jueves, 28 de abril de 2011

El Evangelio según Mr.Rific (1ª Parte)

Hace años me vi "obligado" a acompañar de visita turística por mi ciudad a una chica de fuera (no diré su procedencia, sólo que era española, tenía veinticuatro años y con estudios universitarios) y aunque al principio acepté el encargo con cierta desgana... acabó convirtiéndose en una experiencia inolvidable.

Ella era bastante dócil y risueña (se sometió a mi tutela dejándose llevar sin rechistar) y bueno, nada más verla pensé que me costaría bastante no coquetear con ella... sin embargo aquel impulso apenas duró media hora.

¿Qué me frenó? Pues... el caso es que mientras yo le iba explicando la historia que se escondía detrás de las cuatro cosas dignas de visitar en mi ciudad, ella ponía unas caras muy raras... y sus preguntas no lo eran menos.
(Y que conste que en su ciudad (por lo que yo sé) también hay edificios, iglesias, palacios, etc, de similares características... no estábamos pues, ante cosas que debieran resultarle especialmente ajenas.)

Mis alarmas saltaron cuando en medio de una plaza le expliqué que en ese punto concreto la Inquisición solía instalar la hoguera para despachar herejes.
Ella me interrumpió para preguntar si de verdad era allí donde la Inquisición quemaba a los cristianos... supuse que se trataba de un lapsus y riéndome le dije: "no, mujer, a esos se los merendaban los leones y era en el Circo romano", pero ella puso los ojos en blanco y permaneció seria, confirmándome así que ella pensaba que al frente del viejo Tribunal estuvieron ilustres "cardenales" como Nerón o Calígula...


A partir de ahí mi posible interés galante se desvaneció por completo... y sin rubor alguno decidí poner la situación al límite: rescribiendo la historia a mi antojo delante de cada monumento, poniendo así a prueba las nociones histórico-culturales de mi turista accidental.

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El lateral de cierta Iglesia de mi ciudad tiene un aspecto lamentable, prácticamente ruinoso... pasando al lado le dije que "así había quedado tras los bombardeos de la guerra".
(falso, dichas ruinas son sólo fruto de un lamentable abandono de siglos, jamás le cayó un proyectil encima)

Ella abrió la boca asombrada y me preguntó de qué guerra estaba hablando... y juro por lo que queráis que iba a decir algo creíble como "la guerra civil", sin embargo en el último momento opté por el triple salto mortal y contesté: "la segunda guerra mundial... fueron los nazis"
"Alaaaa, qué mal", fue su crédula respuesta.

A partir de ahí en mi cabeza sonó con fuerza la campana, ¡barra libre!

Proseguí diciéndole que el mismísimo Hitler había hecho noche en una casa al fondo del barrio... más adelante, en plena periferia, añadí a la lista otros cuantos (imaginarios) huéspedes ilustres como Napoleón (quién acampó un día por la zona durante La Reconquista, acompañado de sus aliados del ejército japonés), Sissí Emperatriz (de quién me inventé una aventura sexual con un aristócrata de la zona de nombre muy conocido para aquellos amantes del buen vino tinto), o Walt Disney (quién se inspiró en varios edificios de la zona para el diseño de decorados en algunas célebres películas de animación)

Sólo me faltó decirle que nuestro equipo de fútbol (que ni siquiera es de primera división) había ganado la Champions League en 1952...


Cuando nos despedimos ella se mostró entusiasmada con el suculento contenido de la visita guiada, "quién iba a decir que aquí hubieran sucedido tantas cosas interesantes" comentó...
"¡Y tanto!" –respondí- "Aún así, a mi me gusta pensar que lo mejor está por llegar..."

sábado, 16 de abril de 2011

Do svidaniya!

Siempre me han fascinado esos "rusos locos" que cada uno de enero sacan en el telediario bañádose en las gélidas aguas de su tierra.
Son los mismos superhombres que enfocan en las gradas de los estadios de fútbol ex-soviéticos animando a sus equipos en invierno, sin camiseta... pero bueno, el caso es que a mi no me gusta tanto ese deporte (¿ni el vodka?) como para exponerme de esa guisa a 90 minutos de mi equipo en pleno diciembre.

Sin embargo ayer me acordé de esa gente mientras miraba desde la orilla a un mediterráneo ligeramente encrespado (bandera amarilla bien visible a lo lejos)... "Estamos en Abril...", pensé, metiendo los pies en el agua congelada, "...y con la pinta de lituano que tengo, tan rubio y tan blanco... ¿por qué no?"
Miré a izquierda y derecha, ni un alma a la redonda... "¿quién dijo miedo?", pensé al quitarme la camiseta, el bañador y avanzar desnudo hacia el mar... frío, pero soportable.



Un par de minutos después salí del agua con antojo de Eristoff y preguntándome a cuánto equivaldría un euro en rublos... agarré la camiseta (no traje toalla) y poniéndome de espaldas a la brisa descubrí a dos mujeres mayores (típicas pensionistas paseantes de playa), observándome sin detener su firme paso sobre la arena.

Logré vestirme atropelladamente antes de que llegasen a mi altura... y lejos de avergonzarme por la "pillada" decidí soltarles algo (no me quitaban ojo y estaban con las "antenas" puestas) a modo de explicación (del todo innecesaria) por mi arrebato nudo-bañista.

Mirándolas fijamente susurré la siguiente palabra: "Perestroika..."


Ida Maria - I like you so much better when you're naked from jvdemari on Vimeo.

miércoles, 6 de abril de 2011

"PROFANACIÓN"

A finales de los 90 (y primeros "dosmiles"), durante mis años universitarios, conocí a varias alumnas de fuera que se alojaban en residencias estudiantiles de monjas (una de ellas situada frente a mi casa, qué maravilla asomarme al balcón a fumar viéndolas tomar el sol en la primavera/verano...)

Dichas residencias siempre me parecieron algo así como fortalezas inexpugnables.
En su día intenté asaltarlas pero jamás pude traspasar los límites del recibidor, lugar donde la primera de las (numerosas y omnipresentes) monjas guardianas somete al "visitante" a un férreo marcaje paralizador.

- Si ibas a ver a fulanita, la monja te invitaba a sentarte en las butacas del hall... "ahora la llamamos y baja", decía.
- Si entrabas acompañando a fulanita y ella decía (por ejemplo) a Sor Custodia que yo iba a subir un momentito con ella porque me iba a prestar unos apuntes, etc... Sor Cerrojo contestaba de eso nada, que yo debería esperar abajo, que me bajase los apuntes mientras aguardo en la conspicua butaca...


Quién me iba a decir a mí, que once años después de mi último fracaso... iba a volver a intentarlo.

Teresa se aloja en una de esas residencias y tras llegar a sus oídos el rumor de que la línea defensiva de Reverendas Madres iba a estar "en cuadro" cierta tarde (por nosequé actividad diocesana) tiene a bien llamarme y avisarme por si estoy interesado en escalar su ventana y pecar en Sagrado.
"De sobra sabes que aceptaré –contesto- aunque (por lo que recuerdo de esos sitios) imagino que por muy bien que pinte la cosa… no resultará nada fácil"

También le pregunto por qué ha pensado precisamente en mí para semejante empresa... "no se me ocurrió nadie más irreverente", responde.

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Quedo con ella a las cinco de la tarde en la Plaza, ambos somos puntuales y nada más vernos no podemos evitar reírnos por lo que estamos a punto de hacer...
"Se han puesto los hábitos de gala y se han ido a las cuatro y media, cuando bajé al recibidor no se veía ni un alma –dice- ¡malo será que justo ahora nos encontremos con alguien!"
Crucemos los dedos... (los tenemos cruzados ante el Señor)


Llegamos y la puerta principal está entreabierta... "¡perfecto!", celebra Teresa... entramos... vamos a la segunda (y definitiva) puerta metálica en cuyo vidrio se lee bien grande un cartelito que pone: "Se ruega dejar siempre esta puerta abierta"... pues bien, ¿por qué coño está cerrada?

Teresa sacude ansiosa el tirador de la puerta pero nada, no hay manera... el ruido metálico provoca que a los pocos segundos asome desde el interior la Hermana Centinela.
"¿Pero quién ha cerrado esta puerta, si supuestamente siempre debe estar abierta?", protesta de manera descarada Teresa a la monja…
Sor Vigía, cincuentona en apariencia y con acento sudamericano, contesta: "Hemos tenido aquí ahora a los críos de la catequesis, la habrá cerrado alguno de ellos al salir... cosas de niños..."

A continuación permite el paso de Teresa y a mi me invita (tal y como solía recordar de mis experiencias pretéritas) a sentarme en una de las butacas en lo que mi amiga acaba lo que haya venido a hacer a su cuarto...
...Teresa observa enrabietada desde la entrada a la zona residencial como Sor Muralla me da palique hablando del tiempo... "cosas de niños, hay que joderse".

Pero para mi sorpresa Sor Maracaibo no insiste en la charla (¿acaso me tomó por alguien inofensivo?) y apenas unos segundos después regresa al Office de la entrada dejando descuidada mi presencia en el vestíbulo... me levanto sigilosamente de la butaca y avanzo hacia el umbral del Sagrado, Teresa está oculta al fondo del pasillo (junto al ascensor), sonríe al verme y me hace gestos para que avance sin miedo (no hay monjas en la costa)... los retratos religiosos que decoran los pasillos lejos de desmotivarme disparan mi lujuria... ¿son imaginaciones mías o la sombra que proyecto en la pared de ese pasillo perfila algo parecido a unos cuernos... y un erguido rabo?


Subimos silenciosamente al quinto piso (en el ascensor ella se quita los tacones) y antes de darme cuenta nos encontramos en su habitación 510 desnudándonos a toda prisa.
"Que nos haya visto Sor Barrera fastidia mis planes de quedarnos aquí aproximadamente una horita... -dice, desabrochándose el sujetador- ...así que lo siento pero... ¡esto va a tener que ser visto y no visto!

Una imagen de la Virgen con su hijo en brazos preside el cabecero de la cama, procuro no mirarla a lo largo de los siguientes 10 minutos... nos comemos y follamos presos de una excitación añadida fruto del (sacrílego) factor cancha... ¿son imaginaciones mías o huele un poco a azufre?

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El posterior descenso a la planta baja, la posibilidad de ser pillados después de la travesura, resulta tan excitante como lo acontecido en la 510...

En el vestíbulo el silencio es total, nos asomamos (discretamente) a la vez y no hay rastro de Sor Peaje... corremos de puntillas hacia la salida, abrimos torpemente las dos puertas y seguimos por la calle manteniendo (inconscientemente) el paso ligero, sin mirar atrás...

"Iremos al infierno por esto, ¿lo sabes?", me dice Teresa, entre risas.
"Anda calla –contesto, aún con restos de azufre entre los dedos- ...te invito a un chocolate con churros..."