miércoles, 21 de septiembre de 2011

"Los Fantasmas atacan al Mequetrefe"

Reaparece en el messenger una chica con la que me acosté hace tres años en un pintoresco hotel de carretera.
Dedica unas pocas frases a preguntarme qué tal me ha ido todo este tiempo... pero no tarda en ir al grano y preguntarme si estaría dispuesto a repetir otra tarde con ella, regresar al lugar del crimen.

Me pone la cam, se conserva tal cual la recuerdo, quizás lleva el pelo un poco más corto... sonríe maliciosamente mientras teclea grandes éxitos de nuestro encuentro anterior: lo estrecha que era la ducha, el suelo tan frío, las quejas (por nuestro ruido) de los fulanos de la habitación contigua, el grito que ahogué cuando se me subió la bola al final de la sesión...


Mientras tanto recibo un e-mail de otra chica protestando porque "hace siglos que no doy señales de vida"...
...los minutos pares los dedico a la conversación del messenger (contestando con evasivas pero dejándome querer) y los impares a responder el correo electrónico mintiendo acerca de lo mucho que echo de menos la ensaladilla rusa que me preparó para cenar aquel par de veces que me quedé a dormir en su casa a finales de primavera...

Suena el teléfono.
No conozco el número que sale en la pantallita, contesto... al principio me cuesta reconocer la voz femenina que al otro lado del aparato (primero suave, después colérica) se despacha a gusto poniéndome a caer de un burro... "dijiste", "hiciste", "fuiste", "dejaste"...

Aguanto el chaparrón sin rebatirlo mientras busco por la habitación mi paquete de cigarrillos... "¿No crees que exageras un poquito?", intervengo, metiendo la mano en el bolsillo interior de mi americana gris... ¡premio!
Enciendo un pitillo y la bronca telefónica cesa bruscamente, no sé si me han colgado o si he pulsado (¿accidentalmente?) el botón equivocado...


Salgo a la terraza a fumar, me apoyo en la barandilla del balcón y observo el movimiento en la piscina de abajo... ruido de zambullidas, chapoteos, voces de niños, represiones maternales... y ella.
Sentada en el borde con los pies dentro del agua, apoyándose con las manos bien hacia atrás, estirada ante el sol... bañador estampado y tocada con un sombrerito de paja, me mira sonriente en lo que el cigarrillo se consume (sin apenas probarlo) entre mis dedos...

En el hilo musical que suena a través de la megafonía del recinto emiten un viejo éxito de Sinead O'Connor.
"Debo ir hasta allí como sea", susurro... pero ella se incorpora, sale de la piscina, me dice adiós con la mano... y se va.

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Una amiga me envía un sms contándome que a un pariente suyo (muy cercano) le han diagnosticado una grave enfermedad, está de bajón y me pide que vaya a hacerle un poco de compañía.
Camino de su casa me detengo en el supermercado, compro media docena de pastelitos y una botella de (creo) su marca favorita de Lambrusco... pulso el botón de su piso desde el portal y su voz me da la bienvenida en lo que se abre (con no poca dificultad) la pesada puerta de la calle.

El resto es todo confusión.

Doy un par de pasos dentro y nada en ese portal (que tantas veces he cruzado) me resulta familiar, no encuentro la puerta del ascensor, se va la luz y tardo dos interminables minutos en encontrar un interruptor en el descansillo...


Cuando se enciende la luz cesa mi desorientación, pero no puedo creer lo que estoy viendo, no... ¡es imposible!.
Esa escalera, esos azulejos... ¡es idéntico al portal de la casa de mi ex-novia!

Me acerco tembloroso a la esquina donde se encuentran los buzones, busco la confirmación a mis temores entre los nombres de los vecinos, pero no me da tiempo... se abre la puerta de la calle y entra mi ex-novia cargada con un par de bolsas.
Su cara de sorpresa rivaliza con la mía.

"¡Has vuelto!", susurra, soltando las bolsas... inconscientemente comienzo a recular...
"¿Pero qué haces aquí?", insiste, acercándose, no sabría decir si con cara de pocos o muchos amigos...
...quiero contestar, decir que no lo sé, pero no me salen las palabras... me limito a retroceder...
"Ha pasado mucho tiempo Rific", continúa... mi espalda finalmente toca la pared...
"Más de año y medio", alcanzo a murmurar, reducido a una triste sombra nerviosa...
Ella me agarra la cara con las manos y me besa despacio ambas mejillas... "Oye, no..." consigo pronunciar antes de que me bese en la boca.

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EPÍLOGO: Por suerte o por desgracia, los sueños (por muy delirantes que sean) suelen interrumpirse (o finalizar) bruscamente.
Éste que acabo de relatar (el cual amenizó mi subconsciente en la pasada madrugada) no constituye ninguna excepción a la citada regla.



jueves, 15 de septiembre de 2011

"EL TARRO DE LAS ESENCIAS" -Cuento Circular de Agosto, 3ª parte-

(...viene del post anterior)                    -pinche AQUÍ para verlo-

Sonrío al leer el sms y (no sé por qué) en ningún momento dudo de que la información en él aportada sea cierta... pero por más que lo intento no consigo recordar el nombre de la dueña de aquellos datos.

Aún así guardo en la agenda de mi móvil el número recibido (bajo el pseudónimo "Amiga de Nuria"), me ducho, agrego su contacto al messenger mientras devoro un helado de cheesecake y voy al cine de verano tal y como tenía previsto antes de que mi penúltimo viernes de agosto se convirtiera en una especie de episodio cutre de Melrose Place.

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Salgo del cine casi a la una de la madrugada y camino de casa envío un sms a "la amiga de Nuria", por si acaso...

Ella me llama, está con un par de amigos en una plaza cercana y me cita media hora después en el mismo bar barato donde veinticuatro horas antes montamos el numerito.
Su voz no suena especialmente entusiasmada ni presurosa... así que decido tomármelo con calma.


Aún así llego puntual al bar, bajo las escaleras y me siento en la misma esquina, mismo taburete... se me acerca una guapísima camarera (distinta a la de la víspera) y pido una jarra de cerveza.

La música es tan súmamente atroz que me pongo disimuladamente los cascos del MP4, busco algo altamente cañero para solapar lo que suena en el local y finalmente pulso play cuando llego a la carpeta "the downward spiral" de Nine Inch Nails...

Pasan diez minutos de la hora convenida, quince... y nada, la chica no aparece.

Mi retorcido cerebro (seguramente influenciado por las perversas melodías de Trent Reznor) da una especie de requiebro y de repente siento la tentación de llamar a Nuria, decirle que venga, que se dé prisa así cuando su amiga entre en el local nos sorprenderá comiéndonos la boca... "combate nulo", declararía el juez.

Pero la camarera interrumpe mis maquinaciones. "Quítate eso de las orejas hombre... si quieres que ponga alguna canción que te guste aprovecha para pedirmelo ahora que hay poca gente"

Me quito los cascos y ladeo la cabeza. "No es lo que piensas -miento- estaba oyendo las noticias, la situación en Libia está al rojo vivo... y además Nacho Polo parece ser que está rehaciendo su vida en Ibiza en compañía de un marinero lituano cuyo barco encalló este verano en Baleares, ¿no te parece maravilloso este mundo en el que vivimos?"
Ella sonríe.
"Aún así te haré caso -prosigo- ¿tienes algo de Calamaro? Y dime... lo de aprovechar que hay poca gente para hacerte peticiones... ¿sólo sirve para la música o es extensible a otras cuestiones?"


Hablamos cinco minutos más, ella se muestra amable y busca canciones del argentino en el ordenador del bar... no sé si irá con segundas pero acaba eligiendo "Loco".

Hace cuarenta minutos que la amiga de Nuria debería haber aparecido. Pido el correo electrónico a la camarera pero no me lo da. Acabo mi bebida y me voy a casa.

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El sábado a mediodía unos amigos me invitan a una fiesta, la primera botella se abrirá en casa de Jaime bien prontito, a las ocho...
...confirmo mi asistencia y cruzo los dedos para que no pase como la última vez, que fui con mi camiseta de The Libertines y muchos de los desconocidos presentes (al ver el careto de Pete Doherty estampado en mi pecho) me tomaron por el camello de la fiesta.


¡La de gente que me pidió (como mínimo) porros!... y yo apenas "equipado" con mi cajita de Smint sabor peppermint, repartiéndoles triangulitos mentolados... "prueba esto y luego me cuentas qué tal -les decía, con tono cómplice y susurrante-, y no te preocupes... son cortesía de la casa"

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La amiga de Nuria asoma por el messenger. Su nick es la frase de una canción con lo que sigo sin saber cómo cojones se llama...
Me saluda indiferente, como si no me hubiera dado plantón la noche anterior.
Le pregunto dónde se metió y me dice que por ahí con un amigo... también desliza que esta noche no puede salir, debe quedarse en casa con el crío.

El motor de mi mente calenturienta se arranca al grito de "¡acción!". La película que yo sólo acostumbro a montarme (antes de algunas citas suicidas) echa a rodar...


Le pregunto si le apetece quedar a primera hora de la tarde, para un café y tal... ella acepta e instantáneamente consulto mi reloj de pulsera, ya empiezo con mis extraños cálculos... ¿el objetivo?
Quedar pronto, hacer la "entrada express", llevármela a casa, follar y estar libre con tiempo de sobra para ducharme, vestirme, picar algo e ir a la fiesta en casa de Jaime.

"Me vendría mejor quedar prontito, sobre las cuatro o así... -le escribo- ¿qué te parece?"
Me dice que sí, a las cuatro en el parque al lado de su casa, junto a la estatua.

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Son las cuatro en punto y hace un calor asfixiante. Por suerte los árboles del parque dan buena sombra... y para variar allí no hay nadie.

Diez minutos después la llamo por teléfono pero no obtengo respuesta... cuando estoy a punto de irme ella me llama.
"¿Qué paaaaasa?", es su saludo.
"Pues que hemos quedado ahora a las cuatro en el parque ¿no? Te llamaba porque no aparecías", contesto.
"Sí, espeeeeeera que ya vooooooy..." -añade- "que le preparo un bocadillo a mi hijo y voy para allá"
"¿Estás todavía en casa pues?", yo alucino.
"Síii, ahora voooy, espera un poco chacho, no tardo"
"¿Cuánto es un poco? -insisto en lo que empiezo a encabronarme, por no hablar de ese "chacho" que me llega al alma...- ¿Tu casa queda lejos de esta estatua?"
"Cinco minuuuutos, que ya vooooy"
Colgamos.


Considero seriamente la posibilidad de irme a casa, pero las ganas de poner en marcha mi perverso (y ansioso) plan se imponen al fastidio reinante.
Me quedo mirando la estatua del parque, extiendo los brazos en señal de resignación: "No me mires así -exclamo- tú harías lo mismo"

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Por fin aparece, a las cuatro y veintítrés.
Camiseta de tirantes ajustada marcapezones dejando a la vista el ombligo, pantalón largo de chandal, chanclas plateadas... hola, dos besos y nos vamos al bar más cercano.

Le pregunto por su "espantá" de la noche anterior, pone cara misteriosa así que le pregunto directamente si me dejó plantado para irse con alguno de sus amigos... ella asiente, y confiesa que ha llegado a casa a las 10 de la mañana.
"Y aparte del de ayer... ¿Tienes muchos otros amigos con derechos?", pregunto...
"Algunos", contesta...
"¿Y hay sitio para uno más? -sugiero mientras poso mi mano en su rodilla, el ataque express ha comenzado- "en ese caso yo me ofrezco voluntario..."
"Siempre hay sitio", dice sonriente...
...estoy a punto de acercarme a besarla pero se lleva las manos a la barriga. "¿Dónde está el servicio aquí?", me pregunta.

Antes de que pueda decirle que es la puerta del fondo detrás de la barra, ella levanta la vista hacia el camarero y a viva voz exclama: "oyeeee, ¿ónde está el váter?"
Durante su ausencia me entran ganas (por segunda vez en apenas media hora) de salir por patas... de hecho me acerco a pagar la cuenta y me hago la solemne promesa de dejarla ahí tirada en caso de que tarde un par de minutos más en volver... la cuenta atrás alcanza los números rojos pero finalmente regresa, sobre la bocina.

Se sienta a mi lado con cara descompuesta. "¿Te encuentras bien?", pregunto.
" -responde con desgana, sin mirarme a la cara- es que m'abía entrao un poco de diarrea... pero ya paece que se m'a pasao"


¿Por qué no me fui cuando tuve la ocasión?
Los siguientes diez minutos reculo en mi asiento, guardo la distancia y mantengo el peso de un simulacro de conversación, haciendo tiempo antes de nuestra inminente despedida.

Saliendo del bar ella se rasca con fuerza el brazo, aparta la mano y descubre en su piel un punto rojo bastante machacado... "¿Te ha picado algún bicho?", pregunto.
"¡Qué va! -contesta- son espinillas que me salen... y las reviento..."

Volvemos al parque y nos despedimos. Dos besos.

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Caminando hacia mi casa pienso en el desagradable aroma que despedía la amiga de Nuria en el momento en que me acerqué para plantarle los dos besos finales en las mejillas... un olor con el que ya me había cruzado antes, varios veranos atrás... merendando con cierta chica vestida de blanco, en el Rosco King...