lunes, 16 de julio de 2012

ENDORFINA PURA ("El Perfume II")

Miro el reloj desde la cama, son casi las cinco de la tarde así que debo ponerme en marcha, mi tren no tardará demasiado en salir.

Los siguientes minutos bajo la ducha son reparadores, llevo casi veinticuatro horas sin salir de casa de Raquel... en un principio el plan consistía en ir a verla a su ciudad, salir, tomar algo... sí, estaba implícito que follaríamos pero lo que finalmente acabaría encontrándome fue un secuestro en toda regla: de la estación a su casa, un día entero alternando cama y sofá... turismo de interior.

Salgo de la ducha y ella protesta ante mi inminente marcha, comienzo a vestirme pero en cuanto me abrocho el vaquero Raquel se incorpora y me lo vuelve a abrir... tira de mí hasta que caigo de nuevo a la cama, me quita las pocas prendas que he logrado ponerme y volvemos a hacerlo.


Es un día caluroso, el ambiente en ese cuarto esta sobrecargado y ella se comporta como si fuera el último polvo de su vida... acabamos tan empapados en sudor que al dejarme caer a su lado siento como si me deslizara por un húmedo tobogán.

Vuelvo a mirar el reloj, ahora sí que se me hace verdaderamente tarde... o me doy vida o pierdo el tren.

Tal cual, húmedo y pegajoso, salgo de la cama y me visto a toda prisa. Raquel parece complacida con el último asalto así que ahora no entorpece mi marcha...
...no es mi ciudad, calculo mal las distancias, por si fuera poco trote acabo con la lengua fuera tras correr el último tramo de la avenida que desemboca en la estación.

Jadeando y con la camiseta empapada me siento en una solitaria butaca del tren, me pongo los cascos para escuchar música, cierro los ojos... y también cruzo los dedos para que ningún infeliz se siente a mi lado, huelo realmente mal.

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Diez minutos antes del final de mi breve trayecto me llama por teléfono mi amigo Saúl, que anda por ahí con su novia... le digo que estoy en un tren a punto de llegar a la ciudad y él insiste en que en cuanto baje me dirija a cierto bar pegado a la estación, que ellos van de camino.

No me apetece demasiado pero Saúl no acepta un "no" por respuesta, la verdad es que me incomoda ir sin pasar antes por casa, cambiarme de ropa y darme una ducha... sigo notando una extraña aureola a mi alrededor, un intenso y apestoso aroma fruto de la mezcla de mi sudor con el de Raquel, la camiseta reseca pegada al cuerpo oliendo aún a mi última media hora en aquella tórrida habitación.


Finalmente decido ir al bar, entrar saludando a la carrera, encerrarme en el WC, tratar de asearme mínimamente antes de regresar a la barra, tomarme una rápida y después marchar a casa para dormir entre catorce y dieciséis horas seguidas...

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Llego al pub, Saúl y su novia están en una esquina y pongo en marcha el plan: desde la puerta saludo con la mano y hago un gesto como que me urge ir al servicio... entro veloz, cierro bien la puerta pero tengo la mala suerte de que el grifo del lavabo no funciona...

Me reúno con mis amigos pero mantengo una distancia prudencial, pido una pinta y la tomo rápido hablando con ellos sin acercarme demasiado, les cuento que estoy reventado y les abandonaré en breve, que no veo la hora de meterme en la cama, etc...
No protestan demasiado, han quedado allí mismo con otra pareja así que tendrán compañía el resto de la noche. De hecho llegan apenas cinco minutos después... les conozco de alguna vez anterior, ella es amiga íntima de la novia de Saúl y él es su novio, un extraño muchacho poco hablador y excesivamente repeinado.

Los recién llegados se acercan sonrientes, él extiende la mano y se la estrecho, ella se me acerca y nos damos dos besos... según se aparta de mi cara se detiene sin soltarme y me mira boquiabierta, directamente a los ojos: "Oye Rific -me dice con gesto travieso- ¡pero qué bien hueles!"

Trago saliva pensando que se está cachondeando de mí porque huelo a choto... pero no, se acerca y me abraza apretándose con fuerza, hundiendo la nariz en el cuello de mi camiseta y aspirando con fuerza... "mmm, ¡me encanta!", exclama, antes de volver al lado de su novio.

"Quizás sea mala idea echar luego la camiseta a la lavadora -pienso, mientras apuro la cerveza- mañana me la vuelvo a poner de fiesta por si acaso conserva los superpoderes..."


martes, 3 de julio de 2012

"ALLANAMIENTO DE MORADA"

El otro mediodía, tomando unos pinchos con tres colegas y sus respectivas mujeres, me llevaron a cierto local famoso por sus tapas... de esos que tienes que esperar de pie en la barra una eternidad hasta que te atienden.
Las chicas se quedaron fuera en la terraza fumando y a nosotros nos tocó la parte de los codazos y pisotones.



Fue ahí cuando le vi detrás de la barra: con el rostro sudoroso, camisa blanca y tirando cañas a velocidad de crucero.

"Mejor pide tú que a mí me da vergüenza", dije a uno de mis amigos dando un paso atrás en la línea de presión.
"¿Pero por que?", preguntó mi colega
"Luego te cuento", contesté confiando en que no le dieran importancia...

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Una vez fuera con las bebidas y las tapas, ellas seguían hablando a lo suyo así que mis colegas insistieron en que les contara en petit comité por qué reaccioné así dentro del bar.

"¿Recordais nuestro viaje a Londres hace 15 meses? -comencé por ahí- la vez que me caí al suelo de fiesta junto a la estación de Marylebone y me hice aquella herida tan molesta en la rodilla..."
Los tres asintieron y continué con el relato.

Un par de días después de aquel finde salvaje, ya de vuelta en mi ciudad, Marisa (una chica que conocía de un par de veces) me propuso salir ese jueves.
El plan que me ofreció resultó ser tan atractivo como peligroso y delirante...

Una de sus mejores amigas vivía en un piso compartido con un chico y otra chica. De tanto ir de visita a verla y echar las horas muertas en aquel salón, Marisa acabó entablando amistad con el compañero de piso y finalmente se liaron.

La víspera de aquel jueves me contó por el messenger que el chico en cuestión se había portado mal con ella, que la había dejado tirada pasando de muy mala manera, insultándola, poniéndole los cuernos...
..."Quiero que me ayudes a devolvérsela", dijo, antes de explicarme su retorcido plan.

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Era sencillo, pero arriesgado.
El jueves por la noche el chico no estará en casa y su amiga (que seguía compartiendo piso con él) nos abrirá la puerta principal... a continuación nos escoltará hasta la habitación del muchacho y hará guardia fuera mientras Marisa y yo follamos dentro.


"¿No es pasarse quizás un pelín?" -pregunté sin disimular la ironía- ¿Y la otra compañera de piso se supone que también nos cubrirá las espaldas?"

"De pasarse nada, allí fue donde el muy cabrón me puso los cuernos y se la voy a devolver follándome a otro en su propia cama... y sobre la otra compañera, está de vacaciones en Estambul, no te preocupes por ella... ¿cuento contigo o no?", sentenció desafiante.

Antes de aceptar la misión pregunté si estaba completamente segura de que al anfitrión no le daría por presentarse de repente en medio de la charlotada... ella aseguro que eso no ocurriría.
"Estará en el bar trabajando hasta tarde, es uno de los camareros del Kisu"

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Una hora antes de la señalada para el encuentro, Marisa me envió un sms diciendo que ya estaba dentro de la casa con su amiga y me esperaba allí, añadiendo a modo de firma el nombre de la calle y el número del piso... besos.

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No tardé en llegar, Marisa me presentó a su amiga (sentada en una butaca frente a la puerta del dormitorio), nos despedimos de ella y entramos en el cuarto del camarero, observé por encima la decoración alrededor de la cama hasta que ella comenzó a desnudarse y pasó a reclamar toda mi atención.

Lo hicimos dos veces. Yo aún tenía la herida de la rodilla derecha en carne viva así que tuve que renunciar al misionero (y derivados frontales) a las primeras embestidas, por suerte a ella no le importó ponerse encima para alivio de mi maltrecha articulación.



La situación al principio me resultó excitante pero según avanzaban los minutos dejó de hacerme gracia. No pude evitar sentir cierto desasosiego, así como estar excesivamente pendiente del reloj y de posibles ruidos extraños procedentes del exterior de la habitación...

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A Marisa parecía ponerle más cachonda el dejar huellas sexuales por doquier (o manchas en las sábanas) que el estar conmigo... y a mi me acabó desmotivando del todo ver una enorme foto del camarero colgada de una pared, sonriendo junto a una señora que (por edad y parecido) debía ser su madre.

La misma cara que de repente se me puso delante el otro día tras la abarrotada barra del Kisu.
Preferí no ser yo quien le pidiera las consumiciones, ya tuve bastante barra libre en su casa año y pico atrás... noblesse oblige