lunes, 18 de marzo de 2013

"HOOLIGAN LOVE"

Hace poco más de dos años, volviendo en el bus urbano procedente del estadio tras un partido, se me puso al lado una chica muy guapa luciendo sonriente la bufanda de mi equipo.
Me puse a hablar con ella. La conversación apenas duró diez minutos, no sé de lo que hablaríamos (seguramente comentamos las mejores jugadas del partido) pero sí recuerdo que al despedirnos le pregunté si el siguiente domingo iría a la ciudad donde nos tocaba jugar, que el club preparaba un desplazamiento masivo de aficionados, etc... y me contestó que sí tenía pensado ir.

"Nos vemos allí entonces", dije, bajando en mi parada.

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Al final el desplazamiento no fue tan masivo pero sí se pudieron llenar unos pocos buses. En uno de ellos monté junto a un par de colegas a las ocho de la mañana... aún con la tajada del sábado noche a cuestas. Imposible dormir, el "jolgorio" habitual de esos viajes impide descansar, las latas altas de Kronenbourg que de repente sacó Juan Carlos de su mochila hicieron el resto...

Nuestro partido era a las doce del mediodía, no teníamos margen para hacer una previa en condiciones así que fuimos directamente a un bar/hotel situado al lado del estadio a tomar "lo que nos diera tiempo".


Allí, al fondo del local, vi sentada en un taburete a la chica del autobús. Miré el reloj, las once y cinco, chungo chungo, pero no imposible... agarré mi pinta y me acerqué.

No recuerdo nada de lo que hice o dije a aquella pobre chica (es la típica historia que cuentan mejor el par de amigos presentes, aunque con el paso del tiempo hayan añadido tantos adornos delirantes que no sé si queda algo de cierto en ella), pero a modo de resumen diré que la entré bastante a saco sin darme cuenta de que a pocos metros estaban sus padres, abuelos, tíos (un grupo de domingueros tranquilotes que fliparon en colores con mi actuación)... y también su novio.

Ahí fue cuando me di cuenta de que lo que estaba haciendo era lamentable, porque el novio tenía una cara de crío impresionante, así que si el novio tenía (¡como mucho!) dieciocho años... ella tendría... ¡uff!
Un par de segundos antes de que los domingueros dieran el primer paso para rescatar a la acorralada doncella, yo plegué velas y regresé a la casilla de salida donde mis amigos llevaban un rato descojonándose a mi costa. 

Dicen que los hooligans son gente que allá donde van sólo buscan montar jaleo o pelear... no es del todo cierto, hay una acepción segregada y menos radical del concepto que incluye a tipos que simplemente pretenden follar.

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Hace poco hice otro viaje con mi equipo, un desplazamiento idénticamente inhumano subiendo al bus tras haber dormido apenas dos horas, a mi lado un fulano soplando una trompeta, tres filas atrás el del tambor, cánticos atonales con rimas asonantes...

El bus hizo la parada de rigor en una estación de servicio pero lejos de ser una tregua, tuvo cierta gracia añadida.


Pedí un café americano y me senté en una de las mesas con las manos en la cara, ojeroso y hecho mierda... levanté la vista y descubrí en la mesa de enfrente a un grupo de gente que me miraba fija y silenciosamente, con la gravedad propia de un pelotón de fusilamiento.
Les miré uno a uno y no me sonaban de nada, hasta que llegué al extremo de la mesa y reconocí a la chica que abordé en aquel viaje de 2011, escoltada por la cuadrilla dominguera y agarrando con firmeza el brazo de su lozano noviete.

Después en el bus descubrí (antes no me había dado cuenta) que la parejita estaba sentada justo delante de mi. Se pasaron el resto del viaje besándose y proclamando su amor a los cuatro vientos.

Me giré y pedí a uno de los peñistas que me pasara el tambor, la trompeta o lo que tuvieran más a mano... de repente me entraron ganas de improvisar una serenata.



jueves, 7 de marzo de 2013

"CATENACCIO" (el cerrojazo italiano)

Un día, de repente, entraron en clase dos chicas nuevas, como diría la zarzuela "una morena y una rubia"... pero en absoluto madrileñas.
Italianas, de Catania.

Se sentaron detrás de mí así que no pude espiarlas en condiciones, pero el resto de alumnos las observaban de manera descarada. Eso sí, cuando acabó la clase me giré y empecé a hablar con ellas en mi italiano macarrónico aprendido (método autodidacta) a golpe de cine clásico italiano en versión original y retransmisiones deportivas de la RAI a través de la antena parabólica.


Una de ellas era una rubia espectacular, me recordaba precisamente a cualquiera de esas azafatas/presentadoras de la televisión italiana que lo mismo te anuncian (en bañador) los resultados del totocalcio que acuden a un debate político para defender propuestas del partido de la nieta de Mussolini...
La chica iba muy de sobrada, en todos los sentidos.
Su amiga era más discreta y físicamente más próxima al cánon siciliano.

Me contaron que llevaban solo una semana de Erasmus, comentamos alguna cosa acerca de la asignatura y el profesor... nada interesante.
Mi compañero de fila ponía la oreja ensimismado pero no entendía nada.

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La semana siguiente solo repitió en clase la morena, la rubia debió de pensar que con ese pedazo de tetas que Dios le había dado, no hacía falta tomar apuntes.

La siciliana se sentó a mi lado, intentó transcribir en su cuaderno las notas que yo tomaba en mis folios... hasta que finalmente arrojó la toalla. Me pidió por favor que le dejara los apuntes para copiarlos en otro momento.

Acabó la clase y me preguntó cuándo me venía bien quedar para devolvérmelos, yo dije que tenía libre la siguiente hora (lo cual era falso), que si quería la invitaba a un café en uno de los bares de enfrente... ella aceptó y salimos de clase en medio de alguna risita aislada y un "runrún" considerable.

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Recuerdo muy bien aquel café, en apenas cuarenta minutos me contó su vida entera. Era hija única como yo, aquella era su primera experiencia fuera de casa y le estaba costando adaptarse.
Intuí que estaba harta de ir de acá para allá donde el resto de italianos del grupo quisieran... no me equivoqué, propuse que salieramos juntos ella y yo el viernes por la noche y aceptó sin pestañear.

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Fue una noche extraña. El bar al que la llevé actualmente no existe, era un sitio que estaba bastante bien, el único garito donde recuerdo haber pedido un cachi de calimotxo y que el camarero echara el vino procedente de una botella y abriera dos botellines de Coca-cola (sí, de marca) para rellenar el recipiente.

Nos sentamos en una esquina y le hice un repaso de mis friki-recuerdos italianos desde que nos pusieron la RAI en casa allá por el año 89... el mundial de fútbol del 90, los festivales de San Remo, los ciclos de Neorrealismo, los resúmenes de la liga cada domingo en "Novantesimo minuto", la sección "doreciakgulp" en el telegiornale...

Se rió bastante, ni por asomo esperaba poder hablar de tantas cosas que le eran familiares... en el segundo bar la besé y más tarde nos dimos un pequeño lote detrás de la columna de cierta discoteca que también lleva (snif) un par de años cerrada.


Recuerdo un instante en que ella fue al servicio y me froté las manos al pensar que me llevaría al típico piso de estudiantes erasmus/orgasmus, que con esa chica viviendo sola iba a encontrar un verdadero filón sexual.
Pero nada más lejos de la realidad, cuando saqué el tema de dónde podríamos ir para "rematar la fiesta" ella me dijo que lo sentía mucho pero era de una familia muy católica, que no se acostaría con ningún chico hasta que estuviera segura de que sería su esposo, etc.
Para colmo no vivía en un piso de estudiantes, estaba en una residencia regentada por monjas.

La noche la remataríamos cada uno en su casa (yo al menos sí lo hice) con un tremendo calentón transalpino.

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Durante el mes siguiente nos vimos dos veces más: muchos morreos, intentos por mi parte de meter mano por debajo de la ropa... uso de avanzadas técnicas de defensa personal siciliana por su parte para detenerme o impedirlo...

Después aprovechó muchos findes para recorrer España con el resto de erasmus en unos viajes organizados por cierta asociación estudiantil. Sevilla, Granada, Toledo, Santiago, Bilbao...

La última noche que salimos yo ya estaba harto de tanto besuqueo intrascendente y tenía decidido desearle buena suerte en el par de meses que le quedaban de estancia por mi ciudad, pero que yo no saldría más con ella...


Sin embargo, antes de que yo dijera nada, me comentó (bastante entristecida) que echaba mucho de menos su casa, su familia, sus amigos... que menos mal que me había conocido, que yo había sido la única persona buena y amable que se había encontrado en esos meses... añadió que no aguantaba más y regresaba a Catania, que de hecho en un par de días vendrían sus padres a buscarla para llevarla de vuelta.
"Me gustaría presentártelos, ¡les he hablado mucho de ti!", dijo.

Puse una excusa (que en parte era cierta) para librarme de conocerlos. Había visto demasiadas películas y documentales como para saber de sobra lo que un padre siciliano es capaz de hacer al ragazzo que ha metido los dedos en el coño de su única hija...