AGOSTO: A pesar de estar casada
acepta quedar conmigo a primera hora de una tarde de sábado, para una
caña tan rápida como clandestina.
Me cuenta sus problemas en
casa, su insatisfacción, la aburridísima existencia en el pueblo donde
vive, un lío que tuvo con otro tipo casado varios meses atrás... le digo
todo lo que quiere oir, lo que necesita, lo que ha venido a buscar...
me siento a su lado y nos abrazamos, ella se desahoga un poco y acabamos
besándonos.Cuarenta minutos después ella se pone las gafas de sol y abandona el bar sola camino del coche... yo comienzo a caminar hacia mi casa escuchando "Oceania" de Smashing Pumpkins en los cascos, a mitad de camino me compro un helado.
OCTUBRE: Nuevamente me cita en el mismo bar oscuro y apartado, son las once y media de la mañana. En nuestras conversaciones previas se ha mostrado distante pero según la veo llegar tengo un buen presentimiento, su sonrisa la delata.
Se repite un poco el guión de la primera cita, tras una breve charla nos arrimamos pero esta vez no opone resistencia cuando intento meterle mano.
Pregunto cuándo
volveremos a vernos y si estaría dispuesta a "profundizar" más en
posibles futuros encuentros. Me dice que si lo que quiero es follar lo
tengo muy complicado, que ella no haría "eso" a su marido.
Nos despedimos y de camino a casa pienso en qué diferencias
sustanciales habrá, moralmente hablando, entre meterle el dedo (tal y
como hice media hora atrás) o acabar introduciéndole otra parte de mi
anatomía... si su marido notaría demasiado la diferencia, básicamente.
NOVIEMBRE: No acabo de pillar el punto a esta chica. No sé si simplemente tiene ganas de matar el rato soñando despierta, sin quemarse... si busca recambio masculino con vistas a realizar una substitución antes de que se acabe el partido... o si está demasiado ociosa (y carente) tras comprar el enésimo cuaderno de pasatiempos "Cincuenta sudokus de Grey" en los chinos.
Mantenemos una larga conversación por el messenger, por un lado no duda en arrojar ciertas picardías pero a la vez insiste en preguntarme si salgo con otras chicas, qué hago con ellas...
No miento, le digo que de vez en cuando hago lo que puedo con alguna que se preste, pero nada serio.
De
repente se indigna y me dice que eso a ella no le gusta, que necesita
que el chico de turno esté completamente pendiente de ella, exclusividad, que
no le va mi rollo para nada, que si me veo con ella no debo ver a
otras... contesto que me parece bien que no le guste cierto libertinaje,
pero que su reproche suena un poco fariseo, dadas las circunstancias,
proviniendo de una mujer casada.
Corta brúscamente la conversación y tarda semanas en
volver a asomar por el messenger. Curiosamente el día que lo hace, ya en
diciembre, actúa como si todo le diera lo mismo e insiste en quedar:
"tengo que ir a la ciudad a mirar unos cursillos por la tarde, así que
si te apetece tomamos unas cañas"
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DICIEMBRE: Hace un frío que pela. Entramos en una cervecería y según vamos a pedir el camarero se toma la libertad de recomendarnos una marca nueva que ha recibido. Yo rechazo la oferta pero ella se deja llevar.
Nos
sentamos en una esquina y tras el primer sorbo casi escupe al suelo...
"¡vaya puta mierda!", exclama... "empezamos bien", pienso.
No tardo en arrimarme pero me para los pies, recupera el tema de nuestra última charla, insiste en preguntarme acerca de la última vez que he follado y con quién. Digo que llevo casi un par de meses a dos velas, no se lo cree... hace bien, apenas han pasado tres días desde mi último descenso al garaje con una chica, pero bueno, si no contamos eso la verdad es que llevaba casi un par de meses a dos velas, o quizás uno.
Nuevamente dicta sentencia, me declara culpable de "llevar un rollo que a ella no le va para nada"... lejos de hacer propósito de enmienda y jurarle amor eterno agarro su mano, insiste en que "me caes de puta madre pero somos muy distintos" así que lógicamente beso su cuello... "ya me estás liando, no empieces, que ya sabes que luego te quedas con ganas de más", susurra...
"Hacemos una cosa -contesto- ya que has venido relájate, disfruta... y a cambio te puedes tomar mi Mahou y yo beberé esa basura que te han puesto..."
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La profecía se cumple, efectivamente me quedo con ganas de más.
El magreo en la esquina del bar es brutal, de esos que casi pierdes el sentido y la noción del tiempo. Pero tras mirar demasiadas veces el reloj (y el móvil, teme constantemente una llamada de su marido) da por concluida la cita: se coloca el vestido, baja al WC para recomponer su maquillaje y nos despedimos furtivamente.
Ya en la calle, ella tuerce a
la derecha camino de la estación de trenes, yo me dirijo a la izquierda
y de repente caigo en la cuenta de que han colgado los adornos
navideños en las calles.
"Con el madrileño aquel con el que se lió en marzo me dijo que sí había follado... ¿por qué conmigo no?", pienso, formulando un lujurioso deseo bajo una de esas estrellas luminosas patrocinadas por El Corte Inglés...
-CONTINUARÁ- (Pinche AQUÍ para leer la segunda parte)