martes, 25 de febrero de 2014

"DON'T ASK... DON'T TELL"

Estoy en un bar de una localidad costera del sur de España, el clima es maravilloso para esta época del año así que salgo en camiseta a la terraza para rematar mi cerveza y fumar un purito.
Ver a las chicas pasar (ligeras de ropa por primera vez en lo que va de temporada) también es un plus...

Se me acerca Roberto, lo conozco desde hace varios años de coincidir por las fiestas de la zona: me cuenta qué ha sido de su vida últimamente, nos preguntamos por amigos comunes, debatimos sobre la jornada de liga...
De repente pasa a nuestro lado una chica jovencita con un vestido mínimo y nos sonríe con picardía antes de sentarse en la mesa con el resto de sus amigos... "tengo que venirme a vivir aquí definitivamente", comento a Rober tras la deliciosa interrupción.

"¿Qué pasa? ¿El cuerpo te pide talego o qué? Pero si es una cría...", contesta.
"Oye -apunto con la brasa del purito la esquina donde se ha sentado la chica- para empezar no es tan cría, no lo conviertas en algo sucio..."

"Ya tio, pero es que algunas engañan mucho... parecen mayores pero luego resulta que..."
"Mira Rober -interrumpo- los americanos para según qué cosas son muy listos y allí para ciertos temas peliagudos inventaron lo que se conoce como "don't ask, don't tell"... lo hicieron durante un tiempo para controlar los casos de homosexualidad en el ejército, algo absolutamente tabú para ellos... como constitucionalmente no podían echar a nadie por ser gay idearon ese sistema a través del cual nadie del cuerpo te preguntaría en ningún momento de tu vida militar si eres homosexual y tú a cambio no lo harías público... así todos tan felices en cierta presunta inopia tan absurda como artificial"


Rober me mira boquiabiero. Doy un último trago a mi pinta y prosigo: "así que qué coño... ¡seamos políticamente correctos! Con chicas como esa de ahí me apunto al don't ask don't tell, además...ellas tampoco merecen saber lo carcamal que realmente soy..."

"Bueno tío, yo es que llevo ya un tiempo trabajándome exclusivamente el sector de las maduritas, de treintaytantos, separadas, divorciadas... dan mucho más juego", me responde Rober.
Choco mi vaso con el suyo y brindo "porque la horquilla de edad sea lo más amplia y variada posible"... apago el purito y regreso al interior del bar.

Pido otra pinta, me entretengo observando las diferentes bufandas de equipos de fútbol y rugby británicos que decoran las paredes del pub.

Veinte minutos después un par de chicas entran en el bar y se sitúan en la barra cinco metros a mi izquierda.
Voy al servicio y cuando regreso observo a Rober acercándose a una de ellas, me siento en mi taburete y oigo perfectamente su frase de entrada: "Oye, ¿tú sabías que en el ejército americano cuando eres homosexual no te preguntan si lo eres ni tú se lo puedes decir a nadie?"

"Dios mío -pienso- he creado un monstruo..."


jueves, 6 de febrero de 2014

-El "Efecto Luis Aragonés"-

Uno de mis compañeros de la facultad me invitó a la fiesta de inauguración del nuevo piso que había alquilado con dos colegas de la residencia, pensé que iría más gente de clase pero al final solo aparecí yo... no conocía a nadie así que me acerqué discretamente a la mesa principal, piqué unos pocos aperitivos en silencio y me serví una copa.

Una chica se aproximó, me pidió que le acercase la botella de ron, comenzamos a hablar y surgió cierta extraña complicidad durante el breve diálogo.
Era alta y tenía un pelo rubio rizado larguísimo. La cosa parecía ir bien pero... ¿cómo de bien?

La respuesta no tardaría en llegar. Se abrió la puerta principal de la casa y entró otro chico para mi desconocido, llamó a Sonia a viva voz (así fue como me enteré de su nombre), ella se giró, se besaron en la boca... y se fue con él al otro extremo de la fiesta, sin más.

Miré el reloj, tenía la sensación de que nuestra charla había sido larga e intensa pero apenas había durado tres minutos.

El resto de la fiesta Sonia no se separó de su chico y no volvimos a hablar. Un par de veces la sorprendí mirándome y cuando se marcharon de la casa (antes de tiempo) me saludó con la mano desde la puerta.

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Seis o siete meses después fui con unos amigos a Madrid a ver un partido de fútbol en el estadio Vicente Calderón.
Las entradas que conseguimos no eran especialmente buenas, eran de un lateral a la altura misma del césped, detrás justo de los banquillos.
De hecho estábamos detrás del banquillo local, ocupado por Luis Aragonés.


Las siguientes dos horas mi móvil no paró de vibrar... el partido estaba siendo televisado y por lo visto cada vez que las cámaras enfocaban a Luis (bastante a menudo al parecer) también me sacaban a mi compartiendo plano con el Sabio de Hortaleza.

Recibí un montón de mensajes y llamadas de amigos de todas partes, incluso (para mi sorpresa) de gente nada futbolera... "por suerte no he venido a Madrid de incógnito", pensé.

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A la vuelta del famoso finde quedé un día con el compañero de la universidad y tomando un café me contó algo curioso.
Me preguntó si me acordaba de una chica alta-rubia-con rizos que estuvo en la fiesta de inauguración del piso meses atrás... fingí una ligera amnesia pero acabé confesando que sí sabía de quien me hablaba...

Pues bien, mi amigo estuvo viendo el famoso partido con sus compañeros de piso y un par de horas después aparecieron por allí Sonia y el novio... sin que le dijeran nada la chica sacó el tema de si me habían visto por televisión: "¿el que salía al lado de Luis Aragonés era vuestro amigo no? Qué fuerte cuando lo he visto, no me lo podía creer..."

"Bueno -comenté, restando importancia- sin duda son mis quince minutos de fama, ¡hasta mi madre me vio!"
Pero mi amigo insistió en que Sonia no se limitó a soltarlo de pasada, se la veía emocionada y habló bastante del tema el resto de la tarde, de hecho estuvo haciéndole preguntas acerca de mi...

"¿Con el novio delante?", pregunté, extrañado.
" -contestó mi amigo- el novio es un amigo de Jose, mi compañero de piso adicto a la playstation, son los dos unos empanados de cuidado..."
"¿Y para cuándo montais otra fiesta?", pregunté, con cierta picardía...

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La siguiente celebración en el piso tuvo lugar un mes después, una noche de sábado. Antes de ir me aseguré de que Sonia estuviera... cuando llegué se encontraba sola en un sofá ojeando una revista, habían pasado muchos meses desde nuestro anterior breve encuentro pero ella se alegró al verme.

No me anduve con rodeos, a los dos minutos de charla pregunté si tenía planes para el día siguiente, de no ser así la invitaba a un café a media tarde...

Su cara fue un poema, buscó a su chico con la mirada, tartamudeó un poco, se puso verdaderamente nerviosa... pero aceptó mi propuesta suplicándome que no me fuera de la lengua con nadie.



Aquel domingo por la tarde la llevé a un bar semi-oscuro, me confesó que su relación con el chico ese no la emocionaba especialmente... nos besamos, se ruborizó, seguimos besándonos... la semana siguiente nos estuvimos mensajeando, el viernes por la noche quedamos en un barrio perdido lejos de posibles conocidos... nos besamos más, fuimos a un parque y nos metimos mano a lo bestia...

Dos semanas después nos vimos por última vez, me dijo que no se atrevía a dejar a su novio, la chica era bastante conformista y desapasionada en general... decidí no insistir, de ahí no se podía sacar nada más.

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El pasado sábado cuando me enteré del fallecimiento de Luis Aragonés escuché a muchos comentaristas describir su importancia en la última época del fútbol español, tan exitosa.

Sin embargo yo lo primero que recordé fue su influencia en mi historia con Sonia... así que gracias Luis, por el empujoncito táctico.