jueves, 26 de febrero de 2015

"ALICIAS" (Vs El Hombre Invisible)

Hace ya casi cuatro años que conozco a Alicia, pero solo hemos estado juntos tres veces contadas. El verano pasado estuvimos hablando bastante acerca de la posibilidad de quedar, cuando alguno de los dos dispusiese de un lugar donde hacerlo, etc... pero la estación terminó sin que lo llevásemos a cabo.

Nada raro, no es el primer plan de ese tipo que se viene abajo, sin embargo lo que sí me sorprendió fue su repentina "desaparición" (y consiguiente silencio) poco antes de Navidades: mis mensajes y llamadas no recibían respuesta y (creo) pasé a estar bloqueado en los clásicos soportes de mensajería instantánea.

Nada raro tampoco, no es la primera chica que me hace algo así sin un motivo aparente.
No puedo decir que el caso particular de Alicia me tenga especialmente contrariado pero siempre queda ese poso de curiosidad, esas ganas de saber el motivo concreto para (quizás) poder seguir insistiendo (o no) más adelante sin resultar demasiado coñazo.

El caso es que el viernes pasado a eso de las 18:50 caminaba yo por las calles de mi gélida ciudad, embozado con una braga térmica negra y tocado con un gorro de lana a juego; empezó a llover y abrí el paraguas... fue entonces cuando vi delante de mi a una niña pequeña que me resultaba familiar: ¡la hija de Alicia!
En cuanto me dejó atrás detuve mi marcha y me giré: a su lado iba Alicia haciendo gestos a la cría, aparentemente regañándola...


Imposible que me reconociera con el rostro camuflado y escudado bajo el paraguas.
Pensé en llamarla en voz alta, en alcanzarla y saludarla; quizás me contase que ahora sale con alguien, que se ha cambiado de móvil, que no quiere volver a verme mientras viva porque soy tal o cual cosa... pero observé a la niña a su lado y decidí no hacer nada.

Ya me contestará algún día si quiere, de momento me conformo con saber que sigue viva, volveré a la carga en cuanto comience la primavera...

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Esa misma noche de viernes he quedado para ir a cenar con una chica a un restaurante nuevo americano que han abierto en mi ciudad.
Entramos a las 21:45, el encargado nos conduce al fondo de la sala (estilo Pulp Fiction) y al final del pasillo nos da a elegir entre el rincón de la izquierda o el de la derecha... a primera vista me decanto por el de la izquierda, ya voy a señalárselo al camarero cuando de repente descubro que en la mesa de al lado está Alicia con una amiga.
No la Alicia que me crucé tres horas antes en la calle... ¡otra!

"Alicia Número Dos" es otra chica que conozco desde hace un par de años pero que apenas nos hemos visto cuatro veces contadas... para mi "suerte" la última vez fue el domingo pasado que quedamos a tomar un café y al final de la velada nos estuvimos enrollando en un portal cercano a su casa.

Juraría que Alicia levanta la cabeza y deja de mirar a su amiga, apostaría que me ha visto de lleno mientras digo al camarero (atropelladamente) que no, que mejor la otra esquina... casi siento su mirada clavarse en mi espalda cuando nos dan una mesa que queda bastante a la vista de la suya.

Por un momento considero la posibilidad de levantarme y saludar, a veces dar el primer paso es la mejor manera de evitar conflictos... al final la pasividad triunfa, me siento y aguanto el tipo cruzando los dedos para que nada desagradable suceda.

Durante la cena no consigo relajarme pero mantengo la compostura y llevo la conversación hacia terrenos superficiales que no requieran demasiada concentración, pues la vista (y la cabeza) se me va de vez en cuando (todo lo discretamente que soy capaz) hacia la mesa de Alicia.


La veo hablar con su amiga, gesticula con las manos pero lo hace de un modo amistoso... no creo que esté diciendo "mira al hijolagranputa, se lía conmigo y apenas cinco días después sale con otra, ¿crees que si doy a la camarera veinte euros me dejará escupir en su plato?".

¿Será posible que no me haya visto? No puedo estar más expuesto, Alicia no tiene más que apartar la vista del plato o de su amiga y allí me encontrará.

Terminamos los entrantes en calma, sin interrupciones, me rellenan el vaso con más refresco, nada más llegar el plato principal giro de nuevo la cabeza y descubro (con gran alivio) que Alicia y su amiga se han ido.
La hamburguesa me sabe a gloria.

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Dos días después escribo a ambas Alicias. La primera sigue sin contestar... con la segunda mantengo una amena conversación que me deja claro que no me ha cazado en el restaurante, de hecho me propone quedar el próximo domingo para pasar toda la tarde juntos, que el otro día aquel café "le supo a poco".

Bendita miopía... ¿o se trata de algo más?
La mayor parte de mi vida he sido una especie de ente invisible para las chicas (jamás nadie me ha regalado nada en ese terreno) y siempre he considerado dicha circunstancia como una franca desventaja a la hora de ligar. Dicho esto, sin embargo... debo reconocer que a veces tiene su lado bueno.


lunes, 16 de febrero de 2015

"La Leyenda de SAN VALENTIN"

La semana de San Valentín en mi instituto se hacía la cosa esa de regalar flores entre los alumnos. Si mal no recuerdo se podía escoger entre tres tipos: blanca para amistad, roja para amor... y el último año introdujeron (con bastante poca aceptación, sorprendentemente) la amarilla para ODIO.

En mis cuatro años de estancia jamás recibí ninguna, tampoco regalé... pero si preguntas a conocidos de mi insti jurarán y perjurarán que sí, que compré (color rojo para más señas) a cierta chica de la clase de al lado que (supuestamente) me gustaba mucho...
Todo falso. 
Ni envié la flor ni me "gustaba" la chica, pero es cierto que Anabel y yo nos llevábamos bien y charlábamos bastante, lo cual a ojos de mis amigos resultaba ciertamente sospechoso y sirvió de punto de partida para construir el rumor que degeneraría en leyenda urbana.


Aquel recreo de San Valentín había mucho revuelo entre el sector femenino con el asunto de las flores, estaban pendientes de recibirlas y de quién más las recibía, de lo que ponía en todas las puñeteras tarjetas... una especie de GRAN HERMANA ADOLESCENTE vigilaba cada rincón, patio y pasillo del centro.

Saliendo a tomar el aire me crucé con Anabel y sus amigas, revoloteando junto a la mesa donde se gestionaba el reparto floral, estaban leyendo una tarjeta pero tenían problemas... nada más verme Anabel se acercó y me dijo: "Oye, tú sabes algo de francés ¿no? ¿Puedes traducirme lo que pone aquí?"
Agarré la tarjeta y leí: "j'aime la vie parce que ma vie c'est toi".

Recuerdo que lo primero que pensé es que ningún chico podría ser el autor de aquella nota, la caligrafía me pareció decididamente femenina, quizás fuera la típica broma pesada entre amigas... "Pues... -dije- aquí pone Yo amo la vida porque mi vida eres tú. ¿Te han enviado ésto o se lo han mandado a alguna amiga tuy...?"
Ni me dejó acabar la frase, se puso a chillar y saltar y fue corriendo de vuelta donde su grupo de amigas.

Se ve que alguno de mis colegas presenció la escena y preguntó a las chicas por el contenido de la tarjeta, sin investigar la procedencia, presuponiendo mi autoría.
El cachondeo fue brutal.
Con el paso de las semanas (incluso años) no solo fui incapaz de convencer a mis compañeros de mi "inocencia" sino que la historia fue engordando hasta límites insospechados.

En la última versión que escuché yo estaba hasta las trancas por aquella chica porque ambos íbamos a la misma academia de inglés (?), así que le copié un poema de Oscar Wilde (!) en la tarjeta, envié media docena (#) de flores rojas pero en el último momento me arrepentí y quise impedir el reparto la misma mañana de San Valentín, antes del recreo... con escasa fortuna, pues no pude evitar que le llegasen las flores y ella, más avergonzada aún por mi súbito ataque, cruzó corriendo el pasillo para encararse conmigo y mandarme a hacer gárgaras, dejándome ahí plantado como un pasmarote, con el corazón roto, encerrándome a continuación en los aseos para llorar amargamente por mi torpeza e infortunio.

En la última reunión estudiantil a la que asistí alguien sacó el tema de conversación y recordaron la historia, incluso se confundieron de chica, fue entonces cuando decidí (por una vez) colaborar en el proceso creativo.

Admití haberlo hecho (total, ¿qué más da?) y maticé algunas cuestiones: el poema era del Marqués de Sade... intenté sobornar al comité floral con doscientas pesetas para que se lo dieran en los últimos cinco minutos del recreo así pasaríamos ambos menos vergüenza... cuando ella se me acercó escupió al suelo junto a mis pies en señal de repulsa... y la semana siguiente mientras yo paseaba al perro (que nunca tuve) entré a su hermana, que era mayor, repetidora y tenía unas tetas enormes. Volví a ser rechazado, por supuesto, pero al menos esta vez no lloré...

Deseo que todos hayais pasado este 2015 un San Valentín (como mínimo) tan memorable como cualquiera de aquellos que jamás viví.
¡Ronda extra de Fanta cuenta de la casa!


lunes, 9 de febrero de 2015

"La Camiseta de Fanta"

En mi época universitaria solía jugar todas las mañanas de viernes un partido de futbito en el patio de una facultad de Ciencias.
Al lado de la pista había un edificio donde se impartía una disciplina universitaria mayoritariamente poblada por chicas... a veces se nos iba la vista hacia aquellas ventanas y en no pocas ocasiones descubríamos a algunas alumnas asomándose, espiando las incidencias de nuestro juego.

Una de aquellas mañanas de viernes en esa facultad celebraron la fiesta anual, nosotros no lo sabíamos y fuimos a jugar igualmente... por suerte éramos madrugadores y el sarao comenzó justo cuando estábamos dando las últimas patadas al balón.

Un montón de alumnas ocuparon la zona deportiva y montaron unas barras, una hora después aquello estaba abarrotado.
Mis compañeros y yo decidimos quedarnos un rato a tomar algo, sin más pretensiones, de hecho íbamos vestidos en plan cutre (yo llevaba mi viejo pantalón de deporte de la época del instituto y una célebre camiseta blanca de propaganda de Fanta Naranja) y tras dos horas dejándonos la vida en la cancha no olíamos precisamente a rosas...

Tras la sesión deportiva los cachis de cerveza entraban solos, los cigarrillos también. Yo conocía a una de las alumnas y estuvimos hablando un rato con su grupo de amigas... todo iba normal hasta que una de ellas empezó a tontear conmigo: "¿vosotros sois los que venís a jugar todos los viernes no? Me he fijado en ti de vez en cuando, me has llamado la atención, es curioso... no pareces español"
Contesté que me parecía genial que se hubiera fijado más en mi exótico aspecto que en mi forma de jugar... se rió y pedimos un cachi para los dos, nos sentamos en el césped y pasamos la siguiente media hora juntos hablando, bebiendo y fumando.

De repente ella se me arrimó bastante, fue entonces cuando caí en la cuenta de que mi aroma corporal era más "intenso" de lo deseable... se lo advertí, avergonzado, pero a ella no pareció importarle, de hecho (jamás olvidaré ese gesto) acercó su nariz hacia mi cuello y aspiró con fuerza.
Ni siquiera esa demostración de buena voluntad me hizo sentir a gusto, me excusé un segundo para ir al meadero pero en vez de ir a los arbustos del fondo (donde todos los estudiantes guardaban fila) me colé en la facultad para acceder a los lavabos y asearme mínimamente.


Me lavé todo lo que pude, ya me encontraba bastante mejor, pero había algo contra lo que no podía hacer nada: la cantarina camiseta sudada de Fanta.

Regresé al lugar del jardín donde esperaba la chica, a su lado estaban la otra que yo conocía y dos más, cotilleando qué tal iba la cosa conmigo, en cuanto llegué disolvieron la manifestación entre risas.

Volvimos a arrimarnos, de hecho pasamos otra hora y media más juntos bebiendo en aquel jardín... ya llegaba la hora de comer y toda de panda iba a ir a un Telepizza cercano, me preguntaron si me unía a la expedición pero decidí aprovechar ese "tiempo muerto" (la transición entre el botellón y la comida) para ir rápido a mi casa (yo vivía bastante cerca), quitarme la puta camiseta de Fanta, darme una ducha rápida y vestirme en condiciones para seguir celebrando el santo patrón universitario de aquella facultad ajena... y todo lo que ello conllevara.

Cuando dije a la chica que me iba me despidió con un pico, ya iba bastante tocada... no sé si fue un gran error de cálculo abandonar la escena en ese preciso instante o si intervino la Divina Providencia; el caso es que mientras yo me acicalaba en casa ella sufrió un súbito bajón al sentarse en el telepìzza, para cuando yo llegué ya había vomitado dos veces y una de sus amigas se disponía a acompañarla a casa.

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Los siguientes viernes, jugando al futbito en la pista, miré varias veces hacia las ventanas por si la veía... pero nada.
Un mes después me encontré con su amiga en un bar y me dijo que (en caso de verla) mejor no me acercase a la otra chica, que estaba muy avergonzada de lo ocurrido conmigo el día de la fiesta. Por lo visto lo había dejado con el novio esa semana y estaba dispuesta a correrse una buena juerga para olvidar... pero sin el resultado esperado, de hecho a los pocos días dio marcha atrás y volvió con el novio.

Recuerdo que el siguiente partido, sin la distracción de la ventana, marqué dos goles, uno de ellos el único que he metido en mi vida de cabeza.
Y luciendo la profética camiseta de Fanta, por supuesto.