miércoles, 22 de abril de 2015

VIGILANCIA VECINAL

La última vez que había visitado a Sara prácticamente entramos en su casa y tiramos la llave por la ventana... no salimos a la calle para nada durante treinta y seis horas.
Jamás había pasado antes tanto tiempo en la cama sin estar enfermo: la balada de John & Yoko, revisitada.

La segunda vez que fui había ganas de encerrarse de nuevo pero decidimos no apresurarnos, antes iríamos a una ciudad castellana a comer y hacer un poco de turismo como gente civilizada... la cosa resultó bien a medias, la comida no estuvo mal, los monumentos eran interesantes, pero las ganas de regresar al catre eran superiores a todo eso: finalmente pusimos rumbo a su pueblo antes de tiempo y durante el trayecto no parábamos de hacer bromas cochinas o adelantar guarradas presos del ansia.

En el patio interior de su parcela, ya llegando al portal, íbamos avanzando con risa floja algunas de esas "prácticas" cuando de repente una voz procedente de una de las ventanas del primer piso nos dio el alto.
"¡Sara y compañía! -exclamó una chica, sujetando un vaso de cristal con aspecto de gin-tonic- ¡Qué bien que llegáis ahora! Estamos aquí todos reunidos tomando algo, subid venga!"

No pude ver con claridad a la chillona, pero tuve una sensación rara. Sara me miró con gesto resignado entrado en el portal: "No puedo hacerles el feo, me llevo muy bien con ellos y me hacen mucha compañía los findes que no salgo... tomamos una rápida y luego subimos, ¿vale?"
"¡No problem!", contesté con absoluta sinceridad.


Cuando nos abrieron la puerta del primer piso y vi a la chica de la ventana mi extraño presagio cobró vida: era Mariluz, una vieja compañera de mi instituto. ¿Pero qué coño hacía allí a tantos kilómetros de nuestra ciudad?
Nada más verme puso cara rara, sí... me conocía, pero no sabía de qué, de momento no parecía ubicarme. Nos saludamos como si nada, entramos y nos dieron sendos botellines de Mahou... en la salita conté siete personas de tertulia, todos ellos fumando y riendo compulsivamente.

Mariluz. Recuerdo una mítica excursión a Salamanca en primero de BUP en la que discretamente intenté arrimarme y me mandó a paseo... también recuerdo que era amiga de unas petardas con las que jamás me llevé bien, ni en la época del instituto ni después coincidiendo en garitos y fiestas universitarias...

A los diez minutos fui "desenmascarado", Mariluz interrumpió la charla para señalarme con la punta de su cigarrillo y decir en voz alta: "¿Nos conocemos verdad? ¿Ibamos al mismo Insti no? Qué fuerte... ¿Eres "ese" Rific?"

"Eso es, "ese" Rific -dije, encenciendo uno de mis pitillos- fuimos a la misma clase uno de aquellos años, si mal no recuerdo tenías en la carpeta fotos de personajes de "Sensación de Vivir"

No nos engañemos, desde el principio tuve la sensación de que nos habían invitado a subir porque querían cotillear al nuevo ligue de su amiga, pero de repente aquella revelación de mi pasado común con una de ellos les había encandilado lo suficiente como para no dejarme en un preferible segundo plano...
No fue una cerveza rápida, Mariluz se tiró una eternidad recordando estúpidas anécdotas del instituto, de hecho se nos acabó haciendo de noche.

Sara no tuvo el coraje de poner fin a la velada: en ningún momento planteó ninguna excusa para irnos, se limitó a sujetar cada botellín sonriendo a los vecinos y encogiéndose de hombros cuando se giraba hacia mi lado.

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Ya nos iban a incluir en el pedido de pizzas de la cena cuando Sara pareció caer en la cuenta de que yo regresaba a mi ciudad a primera hora de la mañana, no sin dificultad pusimos fin a aquella retención ilegal. 
Con casi tres horas de retraso entramos en el piso "adecuado", nos desnudamos y el ansia recuperó protagonismo... aunque mentiría si dijera que lo hizo de igual manera a como arrancó la velada.

Sí, sin duda algo se torció aquella tarde. Yo no dije nada inconveniente en aquella fiesta, de hecho Sara y yo fuimos meros convidados de piedra, pero nos cortó el rollo de un modo extraño... aquellas miradas, aquel elemento social, presentarnos ante ellos como si fueramos una pareja... Sara descubriendo que su vecina probablemente supiera más historias del chico que se estaba follando, que ella misma...


Estábamos descolocados y (al menos en mi caso) fuera de ambiente.

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Ni siquiera hablamos sobre ello, una extraña humareda nos intoxicó en aquella casa y a partir de aquel sábado nuestro contacto misteriosamente se enfrió. 

Dos semanas después Sara quiso venir a mi ciudad pero yo ya había quedado aquí para una fiesta con unos amigos a los que veía muy de vez en cuando así que la convencí para que no se presentase.
Esa misma noche yo estaba algo pedo con mis amigos en un bar rockero de mi ciudad, de repente me tocaron la espalda: era Mariluz, me había visto y quería saludar...

No recuerdo lo que me dijo o si vio algo improcedente aquella noche, el caso es que debió de ir con algún cuento a Sara porque al día siguiente tuvimos nuestra primera y última bronca.

Luego la gente se extraña de que no me trate con mis vecinos, de que apenas me limite a saludarlos...


jueves, 16 de abril de 2015

"EL REINO DE LAS TETAS"

Hace poco dediqué aquí unas líneas a "Blade Runner", casualmente la historia de hoy trancurre con otra película de Ridley Scott de fondo... una de las más flojas de su irregular filmografía.

Cuando "EL REINO DE LOS CIELOS" se estrenó en la primavera de 2005 yo acababa de liarme con Carla. La cosa no duró demasiado pero recuerdo cierta tarde de domingo que se quedó sola en casa y me invitó a visitarla para ver una peli.

Su hermano solía descargar muchos estrenos y de entre los que tenía bajados pusimos esa.
Parecía una buena elección, si mal no recuerdo era el regreso de Scott al cine épico tras "Gladiator" y la temática medieval de las cruzadas resultaba sugerente.

Recuerdo el contorno del trasero de Carla y su chándal rosa, agachándose para conectar el cable del ordenador con la tele del salón... y también recuerdo que cuando empezó la reproducción del archivo se trataba de un pantallazo atroz capturado en una estridente sala de cine. Por si esto fuera poco, la peli arrancó estando ya empezada en medio de un diálogo de lo más absurdo sin las debidas pistas previas.


Ese arranque tan "accidentado" hizo que no entrásemos en la trama e inevitablemente nos dispersásemos antes de lo previsto. 
Sí, mi intención al sentarme en ese sofá era meter mano a Carla... pero no, no a los diez minutos de empezar una peli que (a priori) no tenía tan mala pinta.

También recuerdo la grata sorpresa que me llevé al bajar la cremallera de su chaqueta de chándal y no encontrar ni camiseta ni sujetador... nada. 
Durante la primera batalla de la película le comí las tetas con bastante ansia; por desgracia no me dejó progresar en la faena, me dijo que "estaba en uno de esos días" (eufemismo espantoso donde los haya) aunque me temo que lo usó como excusa para no pasar de ahí... en los cuatro siguientes meses que (esporádicamente) seguimos viéndonos esgrimió esa excusa con demasiada frecuencia y (salvo que tuviese el ciclo mentrual más alocado o errático de la historia) las cuentas no salían.

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Unos pocos meses después, en verano, fui a la playa y una noche quedé en el apartamento de un amigo desde cuya terraza se veía toda la pantalla del cine de verano. Estábamos bebiendo unas cervezas antes de ir a la zona de fiesta cuando de repente la proyección echó a rodar... para mi sorpresa la peli que pusieron fue "El Reino de los Cielos".
Ya nos íbamos a pirar cuando rogué a mis colegas que esperasen un ratito, que tenía curiosidad por ver cómo empezaba.

Fue así como completé el puzzle, vi los primeros diez minutos hasta llegar a la primera escena que recordaba. Por fin pude entender qué hacía aquel fulano con esa espada y por qué estaba tan magullado...

Hace pocos días la han echado en la tele, consideré la posibilidad de volver a verla pero al final preferí quedarme tan solo con el recuerdo de las tetas, esa cremallera bajando como la cortina de los viejos cines descubriendo la pantalla... y toda su magia.


jueves, 9 de abril de 2015

"Alguien que me quiera"

Hace varios años, en una semana santa como la que acaba de terminar, conocí a una chica haciendo la compra en el supermercado.
Quedamos al día siguiente para dar juntos un paseo por la playa y la cosa se acabó calentando: baño tórrido en aguas (aquel día bastante) heladas y de remate una suculenta ración de sexo en mi apartamento.


Estando en la cama me contó más o menos su vida: su ex-marido transportista viajando demasiado a Marruecos y aficionándose a algunas de las tradicionales tentaciones de la zona; un par de críos cercanos a la adolescencia cada vez más problemáticos; una precaria situación laboral... el desahogo no fue solo físico o erótico, necesitaba alguien que la escuchase.

Dos días después regresó a mi apartamento para "despedirnos" antes de mi vuelta a casa. En este segundo asalto todo fue más lúdico y despreocupado, nos preparamos un par de cubatas y follamos de una manera más salvaje y premeditada dejando los problemas fuera del dormitorio.

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La siguiente semana santa regresé al apartamento, unos días antes nos habíamos puesto de nuevo en contacto y acordamos volver a vernos.

El día fijado cruzó mi puerta sonriendo, pero era una mueca nerviosa, a pesar de la "confianza" tardó varios minutos en relajarse. Saqué un par de cervezas y nos pusimos un poco al día de lo acontecido en los últimos doce meses.
Confesó haber estado saliendo bastante con un chico, que sí, que se lo pasaba más o menos bien y era agradable... pero que no terminaba de convencerle el asunto.

Empezamos a liarnos en el sofá y de ahí fuimos a la cama. Todo fue tan bien como recordaba, casi había olvidado su particular gracia cuando decía cochinadas al oido con ese acusado acento del sur...

Mientras nos vestíamos retomó el tema del chico con el que había salido, añadió que lo habían dejado definitivamente unas semanas atrás, que le había dado pena cómo se dieron las cosas pero que sin duda era lo mejor.
Bajando las escaleras y camino de su coche lamentó su mala suerte en el amor, la sucesión de hombres equivocados que la habían engañado y chuleado a lo largo de su vida.
Antes de abrir la puerta del vehículo me miró con ojos casi llorosos y me dijo: "Rific, yo ya no estoy para rollos... solo quiero encontrar a alguien que me quiera, que me quiera de verdad".

Me abrazó con fuerza, un abrazo largo. Nos dimos un beso y se fue.

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Yo podré ser muchas cosas, de hecho reconozco haber pecado no pocas veces de insensible... pero la situación de aquella chica y su alegato final lograron afectarme.

Apenas desapareció su coche al final de la calle decidí que jamás volvería a quedar con ella. Me resultó demasiado evidente el "fracaso" (y consiguiente desasosiego) que le supuso venir a verme, no niego que le pareciera una buena idea sobre el papel pero todo aquello que sucedió en el apartamento quedaba a mil años luz de sus ideas, anhelos y convicciones.
Tomé esa decisión porque ella, desde nuestra primera charla en el supermercado, me demostró ser una buenísima persona. En cierta manera, se lo debía.


Para el siguiente año deseé que se centrase en conseguir su objetivo amoroso y prometí no interferir con mis cantos de sirena.
Doce meses después me escribió y deslizó la idea de volver a vernos, pero cumplí mi promesa. Ya hace bastante que no sé nada de ella, me gustaría pensar que habrá encontrado a ese alguien que la quiera.

Yo por mi parte, me limito a sonreir cada vez que regreso a aquel supermercado y pillo un cartón de leche semidesnatada en el pasillo exacto donde la abordé... y es que las ofertas están para aprovecharlas.